Las personas se apiñan
para subir al vagòn.
Dormimos sobre asientos
marrones y rectos;
dormir así como aprender
a dormir de pie.
¿Cuanto dura la amansadora?
-pienso en ese día
mientras miro el "Suquía" en Alberdi,
crecido,
llorando como realidad;
y en un libro blanco
con la obra de Dylan Thomas
que está en la biblioteca horizontal-
quiero volver solo por ese poema:
"Cuando mis cinco sentidos
campesinos vean".
Se apiñan los mosquitos para entrar
por las ventanas ahora,
mosquitos que emanan las lagunas
entre James Craik y Tío Pujio
la gente se suma a los ventiladores
que funcionen,
en el pasillo
arriba nuestro hay uno.
Tenemos que subir la voz,
viene de Carlos Paz,
es una abuela de piel morocha
que habla de esperanza -y no la nombra-
como pasa
cuando uno escucha
a una abuela
- de verdad Martinucho-;
abre la mirada.
Vuelvo por un poema
de Córdoba hasta Villa María
están por ser las once menos diez.
Abre la mirada, pide permiso
y baja con dos de sus nietas
-buscamos la unidad en el acto-
donde se apiñan las personas
para subir de la vida al tren..
para subir de la vida al tren..
Groso, amigo. Profundo, como usté.
ResponderEliminarGracias hermano querido, abrazo de río.
Eliminar