La mujer que lleva las riendas quiebra las muñecas y
el carro se detiene. Del rio emerge otra mujer sin rostro que se suma a
empalar. Parece estar furiosa aunque se calma enseguida. No tiene rostro pero
habla como recordando alguna clase de la escuela secundaria, alguna profesora
de biología, rubia, sin apellido, un dictado: la ósmosis es el pasaje del agua
a través de una membrana semipermeable; no se acuerda de la difusión…. Se ríe
después.
No sabían que las compuertas del piedras moras se
habían abierto unos días antes. No
tenían cómo y porqué saber, no tenían computadora, no tenían interné, no tenían
feis. Se divertían mucho empalando la
arena.
Cada tanto descansaban
bajando de a sorbos un vino con gaseosa amarilla que armaron en la misma
botella de plástico descogotada; le llaman pritiaou. Definitivamente, ¿la culpa
es del pritiaou?.. Que feo era estar borrachas y llegar a casa de día……a carcajadas
se reían ambas tres.
El cauce baja y deja restos de latas, lavarropas
arrasados y trastos viejos donde hubo arena, y hasta se ven algunos Tadeys o es
la tercer carrera la que los ve; se agacha y los invita a su casa a comer. De
tanto en tanto piden ferné puro, se emborrachan y empiezan a contar pavadas que
parecen ciertas, son ellos los que las ven; el que siembra Tadeys recoge
mordiscones, –y se empiezan a reir
mostrando sus faltas de dientes-. Juegan cadáveres exquisitos y se leen poemas
en voz alta. No les interesan los caligramas pero tampoco los descartan, ni les
parecen excesivamente anacrónicos. Un recurso mas. El que los usa se vuelve
anacrónico. Soy el único anacrónico use o no use caligramas. Los caligramas
calzan como los mamelucos. Siempre que
nos juntamos llueve. La lluvia le dijo a una carrera que me ama.
Dos años caminando por los restos de playas para saber
lo que siempre subió, lo que siempre supieron:
el lugar esta lleno de soretes, soretes a veces tan armónicos que dan
flujo laminar al ojo; sería correcto que
diera turbulento. Apto el cauce incluso para hacer sapitos con piedras planas,
sostenidos sapitos de oriya a orilla. Si hubiesen hecho caso a lo que siempre
supieron hubieran caminado mas tranquilas por los restos de playas
para encontrar las cuatro palabras: sabes que te mamo. La coincidencia con el
papelito en la billetera de la mas peliaguda de las tres. La mortal kombat: “Un
dedalito de caña soplada y este ritmo zumbador…” Ella no pudo huir del cuento
como Zamparo. Cargaba la cañita como esperando un siete, un ph neutro con que
coquetear.
A veces para poder ver bien hay que correrse hasta un
cerro. Desde la mitad del cerro se empieza a ver mejor: tres chicos pasan en
bicicleta con el agua a más de media rueda por el mismo lugar donde estaban las
carreras. Ruedan por el naufragio, pedalean, digamos, ontológicamente; corren a
ver quien llega primero al sufragio. No se le ven las cucharitas de helados de
todos colores entre los rayos. No se le ven porque no tienen, sabemos que no
tienen aunque no lo sepamos porque el agua no nos deja ver.
En la cascada de la quinta estación aparece un pájaro
negro, de pico naranja, se posa a unos metros del agua cristalina acumulada,
manso se deja hacer fotos de muy cerquita, es pichón. Señal de carne, como el poema de Lupe. Buena
poesía, un poco desalmada pero buena poesía.
Lupe atiende el museo de la escuelita en La Higuera , Bolivia. Lupe no
es un personaje literario. Lupe es Lupe y saca de la heladera los agónicos ingredientes cuando la necesidad nocturna no es mas que un guiso para reponer fuerzas por lo caminado.
No hay juncos en el Uritosco como antes del puente que
va para San Ignacio y Amboy en el Valle de Calamuchita. Le gustaba verlos a la
sin face descompuestos y reflejar en el agua estanca como ver las nutrias
hundirse. Blackbird de pico naranja en la mitad del cerro, bajando, en el
momento de disipación de la niebla, antes del atardecer: la tercer carrera, su
risa al dejar el pritiaou…la osmosis es el pasaje del agua a través de una
membrana semipermeable, de la difusión no se acuerda…(Risas de las tres)..La
profesora de Biología se llamaba Leticia. Todavía vive pero no da mas clases.
Cargaban en dos tiempos, el
ruido uniforme cuando incrustaban las palas y cuando impactaban sobre el
amontonamiento en el piso del carro.
Se las llevó el Ctalamochita hasta el
Saladillo, ahí donde nace el Carcarañá, varios días, quizás meses o años, según
la hondura variable de la zanja del medio. Villa María, Cárcano, Ballesteros,
Morrison…sin novedad, pasaron los trasmallos sin novedad; algo que ni las
mojarras mas livianas pueden sortear en ese bracito que hace en Morrison tan
jodido para el pez. El moncholo la pasa pior que el dientudo y el dientudo peor
que la palometa.
A la altura de la radio en Bell Ville ya empezaban a sentirse como en
casa…saludaban a los jóvenes que escapaban de la ciudad a esa “zona prohibida”
y tupida que se le llama rinconada, a los locos de la alborada; coronadas de
sauces en los troncos se hacían arengar desde las barrancas. Guardaban en los
bolsillos de agua alguna que otra pelotita de golf que caía de una cancha de
rugby. En el muelle se paraban y ondeaban para ver si tocaban los piletones,
esa atlántida de barro que se formó después la creciente del setenta y nueve.
Pasaron el azud nivelador y después de la curva que da al paso de la arena -con
sus boyas al pedo- dieron con los pies de Zamparo. En ese preciso momento y con
la pera afuera del agua gritaba al pupila chueca que se tirara tranquilo que
apenas hacía pié. Ellas vieron como el pupila se fué, como terminó en la
pizarra de la calle Córdoba por hacerle caso a él.
El río nos cría y la creciente nos
amontona…..se volvían a reír las carreras. Al pupila lo velaron en la casa del
Pantera, que hizo con su motoneta de carro una suerte de coche fúnebre hasta el
cementerio lejos. Zamparo más asustao que cronopio en escuela técnica se
escapó del cuento por alguna calle que llega a la otrora Monte Leña; quizás
todavía exista con ese nombre también.
Las carreras de arena empalando. La tercer carrera
volvía a la secundaria, su memoria con ojos: tres histólogos argentinos
metieron en su valija leucocitos fenicios y sólo se limitaron a triturarlos.
Treonina, histidina, arginina, metionina, valina, leucina, isoleucina,
fenilalanina y triptofano. Una ganga. Con la relación aprendió esos aminoácidos
y química biológica fue su estrella hasta que hicieron kefir y quiso mostrar
que había descubierto un séptimo carbono en la glucosa. Atrevimiento. La
reprimenda fue una regla T en los dedos del profesor. No hubo ningún flash que le recordara toda la
vida en ese instante como nos suele pasar antes de morir, ni sus padres ni sus
amigues, ni sus parientes. Lo único que le vino a la mente fue el buitre de
Kafka en el mismísimo momento donde se traga el agua final…
En las carreras de arena el sulky trastabilla contra
el cordón y se pone mirando al río. La
playa de la ese, granito por granito, el sulky se pone mirando al río, le
duelen los tobillos como si le hubieran pegado un puntín con algún botín
sacachispas, esos negritos de goma de tapones multiformes. La parte trasera del
sulky sangrando. Urnas de agua. “¿Nacer malformados o morir de cancér?...
Nievecita que arrancó en Vicente López nievecita que hubo de volver..…” Se rien
de nuevo, la tercer carrera recarga el pritiaou; …las carreras, las carreras de
arena… “seremos rocío e veneno…seguiremos siendo un experimento o en el
pritiaou beberemos lo que debamos ver”…cuchichean… Las carreras asfixiadas en
silos; un nombre de circo: “Incastelamiento tecno”. Las tres en las fotitos al
fondo del artefacto rojo donde hay que cerrar un ojo para ver. Circos eran los
de antes… ¿Fernand Braudel habrá montado
en ruano alguna vez?...
Subirse a un cerro para notar un párrafo de más, para
ver que debía terminar en lo que debamos ver. A veces para poder ver bien hay
que correrse hasta un cerro. Tomarse un colectivo un Sábado a la noche,
sostenerle el ronquido a alguien y entre Bialet Massé y Cosquín, pongamoslé
Villa Caeiro, recién poder dormirse media hora un rato; toparse con la
madrugada en Capilla del Monte olvidándose del cuento; esperar un par de días
hasta que las inclemencias pasen y subir al Uritosco para volver a perderse en
la última estación como las seis veces anteriores. Así avanzar dos párrafos
más, dos o tres pares de medias mojadas después, volver.
Cargaban en dos tiempos, el
ruido uniforme cuando incrustaban las palas y cuando impactaban sobre el
amontonamiento en el piso del carro.
(continúa en papel y lapicera)
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